martes, 7 de febrero de 2012

Hace dos años era domingo


Hace dos años era domingo. Me levanté temprano y con calor. Me picaban mucho los pies y la panza, que como tenía a Antonia adentro parecía una fruta transgénica, una para que el diario titulara "Sorprendidos, chacareros cosechan una pera de diez kilos". A pesar del miedo y las molestias, sentía una inmensa euforia. Esa misma tarde, aunque era domingo, mi obstetra me iba hacer algo llamado "separación de membranas", algo así como un ingreso consentido a la dignidad misma de una embarazada. El objetivo era iniciar e inducir el trabajo de parto. Y así fue. A las cuatro de la tarde, con 40 grados a la sombra, estacionamos el auto con Esteban frente a un consultorio (y una calle y una ciudad) completamente vacío. La operación dolió, claro que sí, pero yo me sentí feliz, incluso en ese inquietante momento. Volvimos a casa y resolvimos salir a caminar, dando vueltas alrededor de la plaza de enfrente. Una, dos, tres vueltas. "Al bebé le hace bien", me habían dicho. Finalmente, oscureció. Cenamos liviano; pechuga de pollo con ensalada de lechuga, creo. Nada más ocurrió durante el resto de la noche. Pero a las ocho de la mañana del día siguiente... 

Y ya hace dos años.