viernes, 14 de diciembre de 2007

Engaña pichanga

Tengo hambre, no almorcé y estoy en ese horario de total incertidumbre nutricional: cerca de las 19.

Me como dos aceitunas de las importadas, las regordetas. Avanzo con un yogur light insípido e incoloro. Sigo con un par de confites de chocolate robados de contrabando, previstos para la cena de Navidad. Estoy en lo de mis padres y hago lo que quiero, como cuando era chica y ellos salían a hacer control mental según el método Silva, alta moda en los 80.

Hay pepinos en la heladera, de esos agridulces que una no compra desde la devaluación de peso.

El bagre me canta una samba.

¿Por qué mierda no almorcé? Al final, la virgada del café con leche con tostadas que comí al mediodía fue una engaña pichanga. A propósito, ¿de dónde viene lo de engaña pichanga? La Real Academia Española define "pichanga" como "engañabobos, cosa que engaña o defrauda con su apariencia". Por lo tanto, "engaña pichanga" sería una redundancia, porque ambas palabras significan lo mismo.

Como sea, esto es un engaño. Si alguien esperaba un remate rebuscado, conclusivo, una reflexión más o menos elevada, disculpen por la pichanga.

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