Me llaman la atención los viejos. Los viejos, hombres, arrugados, petizos, de camisas a cuadros, manos muertas y mentón tirado para abajo. Pelados, los que arrastran los pies y usan pantalón gris oscuro. Me enternecen tanto o más que los chicos, aunque la sensación es bastante parecida. Hoy me banqué una cola de gente desagradable con olor a ala de pollo al horno y no me importó: un viejo de los que me gustan iba y venía, todo de gris, parecía un topo jubilado, todo despistado y débil.
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