Existe una Asociación de Viejas de Mierda (AVM) cuyas socias fundadoras, dispersas por distintas ciudades de la Argentina, usan pintalabios rojo y palabras y frases como "querida", "nena" y "Dios mío" con mucha asiduidad.
Entre ellas no se conocen, pero a todas las comanda una comisión directiva.
Ayer tuve el honor de conocer a una de las integrantes de esa cúpula, mientras hacía una nota de color sobre el cobro de jubilaciones mínimas en un banco.
La señora se había peinado hacia arriba, probablemente con algún producto que dejaba sus pelos tiesos. La acompañaba una amiga y ambas iban tomadas del brazo, de la misma manera que un padre lleva a una hija en la noche de su casamiento.
Esta mujer, que se aprestaba a cobrar su jubilación, cruzó la calle y se topó conmigo y con un fotógrafo. Como se hace habitualmente, los dos le explicamos con una sonrisa que trabajábamos en un diario y que estábamos haciendo una nota sobre el cronograma de pagos. Que queríamos conocerla y, si cobraba el haber mínimo, saber cómo se arreglaba con 675 pesos por mes.
"¿Y a vos qué te importa?", fue la respuesta.
Aunque en otras oportunidades me había cruzado con miembros de AVM, pocas veces había visto con tanta contudencia cómo se comporta una Vieja de Mierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario