martes, 12 de julio de 2011

Horacio


Cada dos por tres, Horacio se levanta, toma un mate y sale a la calle al grito de:

-¡¡¡VIVA PERÓN, CARAJO!!!

Vecino de mis viejos desde hace 40 años; voz ronca, fuerte e inconfundible, Horacio es un excelente asador y amigo, culto e interesante: muy querible y valorado dentro de mi familia. También es profundamente antiperonista. Sus cánticos y alusiones a Juan Domingo cada vez que amanece soleado (“¡¡¡PERO QUÉ MAÑANA MÁS PERONISTA!!!”) son una parodia, una caricatura, un numerito irónico que monta desde hace años. Décadas, en realidad. Horacio es un caso de estudio, sí.

Como sea, aquel día lo tuve que llamar. Estaba asustada. Había ido a visitar a mi papá y nadie atendía la puerta. Desde afuera se veía el auto, el perro. Hacía poco que mi papá había perdido el oído izquierdo, pero que no escuchara mis golpes era demasiado.

-Horacio, ¿sabés algo de mi papá? –le pregunté.
-No, che. Pero no escucha nada y duerme como un lirón. ¿Tocaste el timbre?
-Sí, a lo pavote. Pero no pasa nada. Timbre, puerta, ventana: todo toqué.
-Ah la pucha…

A los pocos minutos se había formado una congregación frente a la casa mi papá. Horacio, mi marido Esteban, María Ester (otra vecina) y yo. Los nervios crecían. Mi mamá estaba de viaje. Me imaginaba llamándola, diciéndole que… “Hola, mami, tkusghdfuispapighnoséiufhisudf…”.

Esteban se subió al techo y pataleó en la habitación de mis viejos, donde pensábamos que mi papá podía estar durmiendo la siesta. Después bajó al patio y golpeó la puerta trasera. Nada. No pasaba nada.

Desesperada, me prendí al timbre por última vez.

En eso, un ruido.

-¿Quién es? –preguntó mi papá bajito, con voz de dormido.

Horacio no se pudo contener. Infló los pulmones y gritó con todas sus fuerzas:

-¡¡¡¡¡¡¡ESTÁ VIVO!!!!!!!