lunes, 27 de julio de 2009

Denodado esfuerzo


¡Qué hice! ¡Soy horrible! ¿Por qué no me encierro en bata con un café con leche, digo yo? ¡¿Qué necesidad?!

Hace unos años me prometí a mí misma que jamás (¡jamás!) iba a usar esto ni esto y, mucho menos, los términos nosocomio, por hospital; finca, por casa y nunca, pero nunca nunca, habida cuenta en lugar de porque.

Pero la vida me sacudió. Y si antes hacía preguntas, ahora doy respuestas. No viene al caso explicar el motivo, pero la semana pasada, después de la nieve del miércoles, respondí por radio e incluso, sí señores, por televisión.

Hablaba al aire al mediodía por la radio más importante cuando dije:

-Nuestra gente ha hecho un denodado esfuerzo.

Seguí la ruta del discurso como si no hubiese pasado nada, pero mi cerebro agarró por un camino vecinal:

-¿Qué dijiste, tremendísima pelotuda? ¿¿¿De-no-da-qué??? ¡¿Vos sos imbécil?! ¿¿Mirá si te escuchó alguien que conoce tus boludeces respecto al lenguaje?? ¿¿Cómo le explicás, eh?? ¡¡Por qué no te lees un libro, burra!!

Denodado no es una palabra aprobada por mi modestísimo listado de términos permitidos. Detesto profundamente el lenguaje rebuscado al pedo. Transmitir algo bien implica hacerlo de forma sencilla. Claro que el lenguaje es vastísimo y hay palabras mucho más descriptivas que otras. Pero a mí no me jodan: un caballo es un caballo, no un equino; un hombre es eso, un hombre; nunca puede ser un masculino.

Denodado se habrá usado bien en un periódico de ciudad chica de los años 60. Ahora es distinto. Mi amiga Agus va a la fiesta de dorado. En Bahía Blanca hay calles céntricas que están cerca de Donado. Hace frío y en el Hogar del Anciano hay abrigos donados. Pero no hay nada denodado. Y menos un esfuerzo.

¡Será posible!

jueves, 23 de julio de 2009

Sí, acá también la foto: ¡nieve! ¡nieve!


Siete de la mañana, lo que nunca. Bahía Blanca, 22 de julio de 2009. La ventana de mi pieza. Tomá mate. Y más dichos: hamacate Catalina. A laburar.

martes, 14 de julio de 2009

M'Hijito digital


Como mi hijo va a ser digital, trataré de que a veces también se dé una vuelta por el vecindario análógico. ¿Cómo? Así:

* Conocerá el sabor del brócoli cuando todavía no sepa caminar.

* Pisará pasto descalzo.

* Antes de acostarse cantará "Ya llegó la hora de dormir, el cucú nos manda a descansar, te espera la cama, que espere sentada, me voy a jugar", en lugar de "Mi nombre es Toni, y tengo noni" o como quiera que sea la actual canción de la tele de las diez.

* Cuando llegue el momento, será lector asiduo de una revista. Yo lo fui con Billiken y ahora lo soy con Rolling Stone. Trataré que haga lo mismo. Aún con Playboy, cuya calidad narrativa en muchos casos ha superado con creces a revistas seriotas de copete flameante.

* Sabrá utilizar los términos "vehículo" y "coyuntura".

* Conversará conmigo sobre bueyes perdidos. Cuál es su hábitat natural, de qué se alimentan, etcétera.

* Visitará el cementerio municipal de noche junto a su padre. Él, el padre, estará encantado.

* Leerá El Principito. Como eso ocurrirá cuando tenga la misma edad del personaje, querrá convertirse él mismo en El Principito. Le compraré un tapado azul y que crea lo que quiera: incluso que los patos de su madre no nadan en fila.

* Reventará la billetera de sus abuelos con una sonrisa.

* Mirará a una lechuza de noche y le dirá: "Vos sos rara. Vos sabés algo que yo no sé. Contame. Te miro".

* Utilizará la play Station en contadas ocasiones: sólo con su padre y con juegos de guerra bien hechitos. Nunca conocerá el juego japonés del tipo que anda violando mujeres por Tokio.

* Mirará la película 12 Monos. La entenderá y le gustará muchísimo.

* Conocerá la "comida de adolescente" en tiempo y forma, pero finalmente optará por el puchero con caracú.

martes, 7 de julio de 2009

Gourmet


¡Quiero alcauciles, loco! ¿Hasta cuándo voy a tener que esperarlos? ¡Me harté! ¡Qué delicia! ¡Chupar las hojas como una ardilla! ¡Aaahhh! Pero no hay. Bah, sí hay, pero cuestan 12 pesos el kilo y parecen rosas de plástico, de esas de tumba de cementerio municipal; de nicho de señora, de "la difunta Ofelia".

Sin embargo, ayer salí a buscar los alcauciles buenos. Arriesgándome a un terrible contagio de Gripe A, mi embarazo, Paranoia (ya tiene nombre propio) y yo fuimos al supermercado. Derechito al sector verduras. Los alcauciles, depresivos, con terribles problemas de inseguridad, me hablaban:

-Andá a tu casa, querés. ¿No ves lo mal que estamos? ¿Por qué no te conformás con una naranja de ombligo o cualquier otra fruta de invierno? ¿No te das cuenta que somos una verdura de primavera? ¡Comprate una bandeja de repollitos de Bruselas y dejanos de joder! ¡Será posible! -decían.

Entonces fui a la góndola de carnes. Porque si de antojos hablamos, los míos son de carne (cualquier animal muerto viene bien) y guacamole. Sí, guacamole. Como si me importara México, las fajitas o los mismísimos Chancho-Villa. Para mí, la combinación de palta, tomate y aceite de oliva representa un dispositivo divino.

A la góndola de carnes, decía, y me topé con un pollo de granja, uno caro que parecía provenir de una señora gallina; una copetuda, trabajadora y dicharachera gallina.

-¿Por qué no me hacés al horno hoy mismo? Pensalo, si me congelás es otra cosa. Cociname hoy mismo que salgo doradito, crocante -me tentó el pollo sentado sobre una bandeja.

Así que sin alcauciles ni guacamole (las paltas parecían piedras volcánicas), pero con un pollo, volví a casa. Tal cual me pidió el propio animal, lo cociné al horno, sobre una placa, en posición de crucificción. Listo, parecía exquisito.

Y no me lo esperaba. ¡No me lo esperaba! Esteban cortó la pechuga y saltó un chorro de sangre. El pollo no tenía un tumor. Dos tenía. Uno verde y uno rojo, adentro de la pechuga.

Un pollo oncológico frente a una embarazada con náuseas no es lo ideal.

Los alcauciles lo son. ¡Quiero alcauciles, loco! ¿Hasta cuándo voy a tener que esperarlos? ¡Qué delicia! ¡Chupar las hojas como una ardilla! ¡Aaahhh!

miércoles, 1 de julio de 2009

Explico todo



1. Cocino. Cocino con huevos. Agarro la caja de seis. Abro la mano involuntariamente. Se me caen los huevos. Esteban dice:
-Anduviste bien: se rompió uno solo.

2. Tomamos un vino con dos copones de cristal. Los únicos, los preciados dos copones de la casa. Mi mano se despereza: se abre. Se cae el copón.

3. Bailo mientras subo la escalera.

4. Esteban de viaje. Diez de la noche. Sueño. Caliento la bolsa de agua caliente y a dormir. Zzzzzzzzzzzzzzzzzzz... A las diez de la noche.

5. Me despierto. Sola, sentada como colicué en la cama, hablo.
-Hola, buen día -digo en voz alta.

6. Debido a la Gripe A, tengo pensamientos nacional-socialistas contra todo aquel que estornuda, tose o anda con los cachetes colorados. Sensación de película 12 Monos: virus, pandemia, frío; los animales del zoológico caminando por Alsina al 100.

7. Esteban vuelve de viaje. Sin dilaciones, a la verdulería:
-Dos kilos de naranjas, por favor. Por la vitamina C, vió.
De ahí, derechito a la farmacia. 100 pesos en barbijos, alcohol y más vitamina C. Esta vez en tubos.

8. Veo a primo Facundo fumar plácidamente en su patio, cuya parte de atrás linda con el mío. Abro la ventana del primer piso. A los gritos. Explico todo:
-¡¡Hola Facu!!
-¡¡Hola Maru!!
-¿Cómo va eso?
-¡Bien! ¿Y vos?
-¡¡Tengo una noticia, Facu!!
-¿Qué pasó?
-¡¡Estoy embarazada!!