miércoles, 28 de noviembre de 2007

Cardigan bajo el brazo


Era sábado a la noche e iba apurado. Tenia las piernas cortas, así que no era demasiado lo que podía aportar para llegar a tiempo. Avanzaba por la avenida más iluminada entre bares llenos de gente, sonrisas estimuladas y cúmulos: de gente, de sillas, de ruido, de compañía.

Prolijo, llevaba un cárdigan de hilo bajo el brazo, como si estuviera recién planchado, como si lo fuera a guardar en el placar.

Era la medianoche: demasiado tarde para que un hombre como él, de cincuentas, con camisa a cuadros y panza de papá Noel, se encontrara con alguien para cenar. También muy temprano para irse a una barra a estereotipar al hombre solo y borracho.

No iba a ningún lado.

Sin embargo, su apuro había empezado media hora antes, cuando estaba a punto de acostarse a dormir. Acomodaba su ropa y de repente sintió, vomitó ganas de ver mesas con más de un comensal. Entonces resolvió salir de su casa con pisos de granito. Tan apurado, que se llevó consigo el cardigan que pensaba guardar.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Intriga en el loquero

"Ya estuviste arriba? ¿No? Ah, bue... --suspiró con la nariz, como si se hubiese querido liberar de un moco--. Entonces no entendés nada..."

Me lo dijo hoy una psicóloga/asistente social/tranquilizadora en la planta baja de un instituto psiquiátrico, de un loquero donde los únicos pacientes que vi fueron dos señores con la mirada hastiada y la cabeza para el costado, como con tortícolis.

El caso es que la tranquilizadora con título me enloqueció. No sólo no me dejó entrevistar a Vanesa, una chica "perturbada" cuyo testimonio necesitaba para una nota sobre drogas, sino que me zarandeó la curiosidad a un punto casi ingobernable.

¿Qué tenés arriba, psicóloga? ¿Qué escondés con tanto orgullo? Aparte de baba, ansiolíticos y algún delantal blanco con cinto, ¿que hay ahí arriba, por el amor de Dios?

Todavía no entiendo por qué no empujé a la asistente social y salí corriendo para la escalera.

sábado, 17 de noviembre de 2007

La perfecta tarta de zapallitos


Yo sé hacer la perfecta tarta de zapallitos. Es una de las más baratas y no se consigue en Conécticut: en Estados Unidos no se cultivan zapallitos.

La perfecta tarta de zapallitos lleva una cebolla grande y tres zapallitos, también grandes. Se cocina todo junto en un wok, a fuego medio. Se le pone pimienta negra, sal y un caldito de verdura desmenuzado con un cuchillo. No es necesario ensuciarse las uñas, con un cuchillo se deshace bastante bien.

Antes de que se termine de cocinar la mezcla hay que poner una tapa de tarta en una olla Essen de teflón, a fuego mínimo. Como para que se vaya haciendo.

Una vez dispuesto todo el asunto, colocar la mezcla sobre la masa pre cocida y tapar la Essen. La tarta queda parecida a la de la foto, que fue hecha por la chef Dolli Irigoyen pero no es perfecta. Para que lo sea, hay dejar transcurrir 40 minutos sin destapar la olla.

Mientras tanto, lo más recomendable es leer los diarios del día en Internet y comprobar cómo los periodistas tampoco destaparon ninguna. Ese tiempo alcanza. Quizá también como para relojear la última pelotudez de lagún blog como este.

viernes, 9 de noviembre de 2007

"¿Por qué no te callas?"


Cual comadrona irritada con su vecina, torció el pescuezo 45 grados y se lo dijo: "¿Por qué no te callas?"

Al rey Juan Carlos de España no le importó ser el rey Juan Carlos de España ni que el presidente Rodríguez Zapatero había seguido hasta entonces las mejores normas protocolares en la cumbre iberoamericana: las convulsiones verbales antifascistas del venezolano Chávez eran demasiado.

Y entonces sí, derechito, impecable y a punto de reventar de indignación, el rey asomó la cabeza entre los presidentes como una suricata y le dijo al venezolano "¿Por qué no te callas?"

¡¡¡Jjajajajajajajjajajjajaja!!!!