lunes, 5 de abril de 2010

Brutal aclaración


Hace muchos años que sé que me gusta escribir. El problema es que no sé cómo se hace. A ver: algún que otro cuentito sobre la cantidad de veces que he visto gente masturbándose en la calle quizá ha resultado ingenioso, pero pará de contar. De un tiempo a esta parte me he olvidado de cómo se teclea una sola abstracción.

La culpa la tiene mi hijita Antonia. Su nacimiento hace dos meses me llenó de un amor exagerado que roza lo patológico, pero también me embruteció.

Bruta, dije.

Tartamudeo cuando quiero expresar una idea. Me choco paredes. Si deseo algo con todas mis fuerzas, eso es dormir. Hacer la cama requiere de planificación. Ordenar la casa ya es física cuántica.

Decí que leo mientras ella toma la teta, que si no estaría sentada como colicué, cruzada de brazos, balanceándome en un rincón.

Por todo esto me da vergüenza escribir. El blog se ha vuelto demasiado egocéntrico y, otra vez, no sé qué decir. Temo volverme una madre blogger que sólo recomienda sacaleches. Así que si el empeño me acompaña, en lo sucesivo escribiré en soledad, a oscuras, amacando el cochecito.

Agradezco la buena onda que siempre recibí acá. En casi tres años nunca tuve un comentario ofensivo y eso en Internet es mucho. Sobre todo para mí, que detesto la controversia gratuita que genera este medio y que ahora, por otra parte, debido al factor hormonal, capaz que me haría llorar.

Acá me quedo, entonces, payando en soledad, con el mate a centímetros y la imposibilidad técnica de describir lo mejor que me pasó en la vida, que en la foto aparece en su primera visita al mar, el fin de semana pasado.

Además, está por pedir teta y todavía no saqué la ropa del lavarropas.

Te dejo, che. Fue un gusto. Muy rico todo. ¡Nos vemos la próxima!