viernes, 29 de abril de 2011

La verdad de la ensaladera


No me lo contaron. Las vi desde el patio. Una de mis vecinas le devolvía a otra una ensaladera por arriba de la mediasombra. Era obvio. Habían compartido una comida con sus familias. Probablemente un asado. Con ensalada, claro, y postre. Sin invitarnos ni a Esteban ni a Antonia ni a mí.

¿La causa de semejante desaire? Algunas posibilidades:

1. Esteban y yo nos negamos a hacer una perforación de agua conjunta.
2. Antonia gritó demasiado fuerte.
3. Renuncié a la comisión directiva de la sociedad de fomento.
4. Nos burlamos a los gritos de La Marmota.
5. Esteban eructó mientras cortaba el pasto.

Al margen de que estoy casada, tengo una hija y opino voluminosamente sobre escándalos como el de Juana Viale y Martín Lousteau, dudo tener demasiados puntos en común con mis vecinas. No creo que conozcan a Radiohead ni sientan ternura (y un poquito de otra cosa) por Dr. House. Tampoco que disfruten con locura de una ensalada de achicoria bien amarga. Como sea, este desprecio es inadmisible.

Pero está a la vista. Es la verdad de la ensaladera. Se avecinan tiempos difíciles.

viernes, 8 de abril de 2011

El bollo


Se había ido de viaje un par de días por trabajo. Había tomado un avión en Buenos Aires a las seis de la mañana y pasadas las 7.30 llegaba a su casa en taxi. A la distancia, la imagen del lugar que compartía con su mujer y su bebé formaba un lindo fondo de pantalla. El pasto húmedo de otoño, el sol legañoso, el auto estacionado en la puerta; hasta las bolsas de la basura quedaban bien. Sintió alegría.

-Es por ahí –indicó al taxista-, donde está el auto gris. El auto gris… chocado.

Estaba fresco, unos diez grados, pero a él le agarró calor. Se le calefaccionó el cuerpo.

-¡¿Qué hizo esta piba?! ¿¡Cómo no me dijo nada!? –pensó.

Pagó al taxista, bajó del auto y tocó la puerta de su propia casa. Dormida y con el olor del bebé que acababa de dejar sobre la cama grande, abrió su mujer.

-Espero que hayas tomado el número de la patente –dijo él.
-¿Eh? ¿De qué patente?
-La del tipo con el que chocaste.
-¿Qué? ¿Qqqqué ccchhoque? ¿Qqqué?

El patio estaba mojado por la bruma y ella en pijama y zoquetes, pero igual salió. Se asomó al baúl y lo vio: un vistoso y sólido bollo se intentaba meter adentro del auto.

Y ella entendió. Rapidito entendió. El pequeño golpe que había dado el día anterior contra la pared de la cochera de su trabajo, ese que no había parecido nada, el que sólo había sonado como un “ppuum” bajito e inofensivo, era ahora un contundente y decidido bollo en el baúl del auto que habían comprado unos meses antes.

***

Ayer fui al chapista a pedir el presupuesto: 1.200 pesos va a salir la joda. Que me arreglen el orgullo va a costar un poco más.