viernes, 28 de enero de 2011

Los aros


Pili era la que estaba parada atrás de la pasarela. Tenía que sacarle y ponerle los aros de plumas y piedras a las modelos, arrearlas para que salieran a tiempo, acomodarles los breteles. La situación era extraña. Por primera vez Pancho Dotto dejaba Punta del Este en pleno enero y se trasladaba con Dolores Barreiro y otras de sus modelos a una recóndita playa del sur bonaerense llena de aguasvivas: Monte Hermoso.

Y ahí estaba Pili, a los gritos, que a pesar de su inexperiencia se las rebuscaba muy bien.

-¡¡Chicas por acá!! –gritaba.

Las modelos, flaquísimas, bellas y subidas a tacos imposibles, obedecían todas.

Salvo Bernardita, la hermana de 16 años de Dolores Barreiro. Eufórica, la chica pegaba pequeños saltos en la trastienda del desfile e iba y venía como en una especie de limbo fashion.

-¡¡Chicas!!¡¡Esta pasada va sin aros!! ¡¡Por favor dénmelos a mí!! –gritó Pili en la mitad del desfile.

Una a una, las modelos se ubicaron en fila y le entregaron los aros en la mano. Hasta que pasó Bernardita. Como en una coreografía de Susana Giménez con los Susanos(una de esas en las que la diva baja la escalera), la chica levantó los brazos y revoleó los aros al piso: uno fue a parar la izquierda y el otro a la derecha. Los ojos de Pili terminaron como los Néstor Kirchner. Finalmente levantó uno de los aros y su humillación descendió al 50 por ciento. Cinco minutos más tarde se paró frente a ella otra modelo, una cuyo nombre desconozco, y con una sonrisa irónica se burló de su compañera y le dio el otro aro a Pili.

-Me parece que a alguien se le cayó esto -dijo.

martes, 18 de enero de 2011

Tiesos


La del sábado era una típica mañana de playa en Monte Hermoso: aguasvivas, mate, gente caminando al faro ida y vuelta y cientos y cientos de comentarios sobre el clima, la inseguridad, la inflación, el tumor de tal o cual y cuán bueno está el licuado de durazno que venden en el parador.

-Che, ¿qué es eso? –preguntó de repente mi hermano El Jhony.

Dos varones de unos 17 años se daban besos de lengua parados a pocas reposeras de distancia. Flaquísimos, entremezclaban sus brazos largos y huesudos y seguían, dale que va, a puro beso y caricia.

-Ah, mirá –dije yo.
-Está perfecto. Están enamorados y se expresan –agregó mi amiga Pili.
-¡¡Paren de mirar, loco!! –se retaban entre sí un grupo de porteñas que recién había llegado a Monte Hermoso.

Los chicos se dieron un par de besos más y se fueron de la mano. Nosotros nos quedamos comentando la escena. A la tarde, promediando los mates, volvimos a hablar sobre ellos.

Y me quedó una conclusión. Una austera y primera conclusión. Y es que hoy somos muchos los que decimos y pensamos que cada quien hace lo que puede, quiere, lee, ve, y más verbos que terminan con e, pero basta que se nos presente a los ojos algo distinto que nos quedamos tiesos como liebre encandilada con luz de auto. ¿Me equivoco?

martes, 4 de enero de 2011

Mirar


Pasaron la noche de Año Nuevo de a tres. Ella, ella y él, fumaron marihuana y bailaron y cantaron a los gritos en un balcón. Si no me falló la vista, lo que comieron fue sushi. Cada dos por tres veo a un tipo que hace asados en un chulengo. Lunes, martes, cualquier día es bueno para tirar un pollo o unos chorizos. Lástima que usa carbón en lugar de leña. La kiosquera tiene un loro que canta la marcha peronista. Mis vecinos se compraron una pelopincho redonda; una que parece un estanque de campo de plástico. Víctor tiene 63 y vive solo en un chalet con alero. Día por medio lo barre, porque detesta que se le junte la tierra: “Me vuelve loco”, dice. Desde que asesinaron a su marido, a la señora que vive al lado de lo de mi mamá se la ve muy poco. En la oficina hay un tipo que juega al Tetris todo el tiempo y me irrita.

Que alguien me explique por qué miramos tanto al de al lado. En la calle, la casa, el trabajo y ¡claro que sí! en la computadora. Quizá por eso Facebook vale hoy 57 mil millones de dólares.