
1. Que alguien me explique que no es necesario llorar cuando en el trabajo me preguntan cómo estoy.
2. Que alguien le diga al boludito ese que no tener título universitario no es un problema; que ser gordo y petiso, tampoco; que hablar feo es algo que se puede revertir. Que no es necesario portarse como una cucharada de moco verde en todo momento, a toda hora.
3. Que alguien escriba un libro de autoayuda que se llame "Cinco años", o sea, uno en el que se explique por qué un lustro es el límite para revertir una situación de esas, cómo llamarlas, no sé: ¿duraderas? ¿crónicas? Laborales, amorosas, geográficas; una de esas que tienen que ver con la voluntad. Que pasado ese plazo los quejosos deben joderse, callarse o irse a dormir con un té de tilo por el resto de sus vidas. Que cinco años es el límite.
4. Que alguien le asegure a mi bebita Antonia que cada vez que me voy a trabajar, vuelvo.
5. Que alguien le diga a Pili que el jean chupin le queda muy bien.
6. Que alguien tranquilice a mi hermano El Jhony y le diga “basta, ya es suficiente, no es necesario que pongas en Facebook todas las corvinas que pescás; está claro: sos un excelente pescador”.
7. Y ya que estamos con Facebook, que alguien se anime y ponga en su muro: “Hoy no fui feliz. Hoy no me reí a carcajadas en toda la mañana. Hoy no reviví un viaje asombroso ni salté de alegría ni me vi linda ni recordé con inmensa dicha un dibujo animado de la infancia".
8. Que alguien ¡por favor! me ayude a tomar una decisión.