Conozco a alguien que marca tarjeta en una empresa desde hace 30 años y que dice que el trabajo no dignifica. Que lo dejen de joder: que el trabajo no dignifica una mierda, que es un concepto post revolución industrial para la clase baja. Que la gente que piensa, la que decide, esa gente nunca trabajó.
Hoy es el Día del Trabajo, el único feriado, junto con Navidad y Año Nuevo, que tenemos en la redacción.
Y yo hice lo de todos los días de "nana": me desperté tipo diez, tomé un café con leche con vainillas que me trajeron a la cama y seguí reposando, aplastada como un pato, contenta porque más tarde comería un lindo asado, escribiría mi proyecto de novela, iría a caminar; en fin, "nana".
Me sentí muy digna. Y ya sé que sin aquello no habría esto y que los ingredientes del tiramisú para el almuerzo de hoy los pagué con el sudor de mis dedos y que menos mal que tenés un trabajo que encima te gusta y que del uno al cinco cobrás, y que más vale que no te quejes y pienses que hay gente que no tiene nada y subsiste con subsidios del submundo y que sos una desagradecida horrible.
En el post de más abajo decía que el instante en el que me despierto no es un buen momento. ¡Es que pienso en todo esto! Pero enseguida arranco.
El despertador suena a las 8.20 y es un autoengaño. Sigo. Los lunes y miércoles, hasta las 9. El resto de los días, un poco antes.
Hago un canelón con las colchas y me siento como colicué, desabrigada...
No hay comentarios:
Publicar un comentario