
Todos lo hacemos. Cuando escuchamos una canción que nos gusta, tipo Let down de Radiohead, Zooropa, de U2, no sé, un tema potente, pensamos en un momento fuerte de nuestra historia.
P’arriba o p’abajo, depende de la psiquiatría del día. Si pinta autoboicot, Love of my life, de The Queen, va bien. En cambio, si la radio del auto pasa Lluvia de Noviembre, de Guns and Roses (lo que leyeron), enseguidita activamos un fuerte acto de instrospección y lloriqueamos, a veces a moco tendido, con alguna situación memorable, dramática y fundamental de nuestras vidas.
Porque de lo que se trata es de pensar en uno mismo... para variar.
Mi momento ocurrió hace cinco meses. El 8 de febrero de 2010. Así, hoy escucho Jane says, de Jane’s Adiction, recuerdo ese momento y lloro.
Estoy internada en el hospital y conectada a una sonda que se arrastra con un carrito. Esteban me acompaña en la habitación. Entra una enfermera.
-Sacate el camisón y ponete esta bata. Sólo la bata. Enseguida te vienen a buscar.
Me paro con la bata y elquetejedi al aire. Esteban saca una foto.
Entra otra enfermera arrastrando una silla de ruedas vacía. Canosa y gorda; cara de mala. Pregunta.
-¿Qué le vas a poner al bebé?
-Esto –señalo pantalón y remera diminutos.
-¿Y lana? ¿No trajiste lana?
-No. Es febrero.
-Dame más ropa. Los bebés tienen frío cuando nacen.
-Dediqué los últimos dos meses a pensar qué ponerle al bebé cuando nazca y esta forra pedazo de mierda viene con esos tonos -pienso.
Me siento en la silla de ruedas, agarrada del carrito de la sonda, con tremenda panza encima. Salimos de la habitación. La enfermera me lleva de atrás y Esteban camina al lado, en procesión. Un pasillo y doblamos en dirección a un sector en cuya entrada están mi hermano El Jhony, su mujer Anita, mi mamá La Asesina y mi papá El Pelado: parte de mi familia.
-Es como cuando te casaste –dice Anita.
Se abre una puerta y todos quedan atrás.
Después, esto.