
Pili era la que estaba parada atrás de la pasarela. Tenía que sacarle y ponerle los aros de plumas y piedras a las modelos, arrearlas para que salieran a tiempo, acomodarles los breteles. La situación era extraña. Por primera vez Pancho Dotto dejaba Punta del Este en pleno enero y se trasladaba con Dolores Barreiro y otras de sus modelos a una recóndita playa del sur bonaerense llena de aguasvivas: Monte Hermoso.
Y ahí estaba Pili, a los gritos, que a pesar de su inexperiencia se las rebuscaba muy bien.
-¡¡Chicas por acá!! –gritaba.
Las modelos, flaquísimas, bellas y subidas a tacos imposibles, obedecían todas.
Salvo Bernardita, la hermana de 16 años de Dolores Barreiro. Eufórica, la chica pegaba pequeños saltos en la trastienda del desfile e iba y venía como en una especie de limbo fashion.
-¡¡Chicas!!¡¡Esta pasada va sin aros!! ¡¡Por favor dénmelos a mí!! –gritó Pili en la mitad del desfile.
Una a una, las modelos se ubicaron en fila y le entregaron los aros en la mano. Hasta que pasó Bernardita. Como en una coreografía de Susana Giménez con los Susanos(una de esas en las que la diva baja la escalera), la chica levantó los brazos y revoleó los aros al piso: uno fue a parar la izquierda y el otro a la derecha. Los ojos de Pili terminaron como los Néstor Kirchner. Finalmente levantó uno de los aros y su humillación descendió al 50 por ciento. Cinco minutos más tarde se paró frente a ella otra modelo, una cuyo nombre desconozco, y con una sonrisa irónica se burló de su compañera y le dio el otro aro a Pili.
-Me parece que a alguien se le cayó esto -dijo.