jueves, 26 de junio de 2008

En buenos términos

Las malas palabras son de lo más competentes. Fontanarrosa siempre lo decía. El lenguaje de la calle las incluye y a veces son más descriptivas que cualquier otro término aceptado por los editores.

"Pelotudo" es inigualable. La pe va derecho al riñón, rebota y vuelve, alentadora, para ir por más.

Respeto a los escarabajos que no le gustan o no le salen, pero las malas palabras son sustanciosas, ejecutivas, seguras de sí mismas. De todos modos, es importante que tanto en el habla como en la escritura aparezcan salteadas y en el momento preciso, espontáneamente. Además, está bueno mecharlas con términos sofisticados:

--¿Sabés qué es lo que le pasa a ese? Que es un forro oligofrénico --por ejemplo.

Los excesos no están bien y en periodismo gráfico, menos. Pero en literatura son super musicales, sobre todo si hay diálogos. Acabo de terminar mi primera novela (ya sé que no da hacerse la canchera acá, pero sino dónde quieren que lo haga) y creo que una de las mejores cosas que tiene es que está llena de diálogos con puteadas.

Termino con una reflexión acerca de las nuevas malas palabras y sus derivados. Una en particular resalta por su economía de pensamiento y la inmensidad de significado que encierra. "Gagá". Y ojo que no se relaciona tan directamente con "viejo", sino con un estado mental para nada respetable que le endilgo a una persona en especial cuyo nombre no voy a dar porque no se lo merece y porque es un forro de mierda hijo de un barco regasificador lleno de putas.

viernes, 20 de junio de 2008

Iomi

Conocí a Iomi. Juan Carlos Iomi. En realidad, él me llamó por teléfono y ahí lo conocí. Por teléfono.

El tipo es el dueño de un terreno cerca del mar que se ha vuelto basurero clandestino. Hace cuatro días y medio me di una vuelta con un fotógrafo. Se está hablando mucho de modernizar la recolección de la basura y me pareció coherente mostrar estos lugares llenos de mierda que los señores de la Municipalidad no saben ni dónde están. Los terrenos de Iomi.

Fue justamente al día siguiente de haber ido a conocer el basurero, con la nota ya publicada en el diario, cuando recibí el primer llamado en el teléfono fijo de la redacción.

--Hola, Iomi habla.
--Hola, cómo le va. ¿Nos conocemos?
--Sí, sí.
--Disculpe, no me acuerdo. ¿Iomi dijo? ¿De dónde nos conocemos?
--Claro que nos conocemos. Soy Iomi --por el tono, parecía que se hamacaba en una mecedora, en una galería con postes de madera blanca, masticando aceitunas.
--La verdad que no me acuerdo. ¿Cuál es su nombre de pila?
--Juan Carlos. Juan Carlos Iomi. Yo soy el dueño de la entrada del basural sobre el que usted escribió la nota. La felicito. Me gusta. Me gusta eso. Las notas.
--Ah, mire.
--Sí. Todo el mundo tira cualquier cosa acá. Vuelva y yo la llevo adonde está lo peor. Venga y nos damos una vuelta.
--Me parece buena idea. Lo llamo uno de estos días. ¿Le parece?
--Sí. Me gusta. ¿La encuentro siempre en este teléfono?

Le di el celular corporativo del diario. Al día siguiente, otra vez, masticando:

--Hola, Iomi habla.
--Ah, qué dice.
--Que me gusta todo esto de las notas. Me gusta. Me parece muy bien. ¿Cuándo vamos a ir a dar una vuelta? Si quiere yo le muestro.

Hace dos horas, me disponía a deleitarme con una siesta vespertina de viernes: la única de la semana, gratificante, ineludible...

--Hola, Iomi habla.
--Sí.
--...
--...
--Que tengo documentación. Que presenté documentación en la Municipalidad.
--Me parece muy bien, Iomi, pero yo ya no estoy en el diario. ¿Lo llamo el lunes y arreglamos?
--Ah, no, no. El lunes no voy a estar. Me voy a Suárez. A Coronel Suárez, a un remate.
--Bueno, el martes.
--El martes, sí. Estuve pensando. Me gusta mucho todo esto de las notas. Me gusta, sí.

miércoles, 11 de junio de 2008

El verdulero y la mandarina


Hoy vi un verdulero comiéndose una mandarina adentro de su local, solo, mirando para la calle. Fue chocante. ¿Cómo un verdulero puede comer una mandarina de sus propios cajones? No lo entiendo. Y me incomoda. Me incomoda por redundante. Se supone que un verdulero odia las verduras y está constipado porque sólo come carne, pollo y pan.

Mi amiga Anita trabajaba en un negocio de empanadas. Un excelente negocio de empanadas, "Estilo Campo". Por entonces, hace unos cinco años la muy insolente me dijo:
--Qué querés que te diga, son tan ricas que a mí no me cansan, me como una o dos todas las noches.
--¿De qué gusto? --fue lo primero que atiné a preguntarle, escandalizada en silencio.
--De verdura, de carne, cualquiera. Me gustan todas.

Qué empalagoso, Dios mío. Mi novio Esteban, que trabaja en Coca Cola, preferiría tomar pis de mapache antes que un vaso de Pepsi. Yo leo todos los diarios todos los días, incluso en vacaciones. Mi hermano, el neumonólogo, es fanático de los respiradores que se usan en la terapia intensiva de los hospitales.

A lo mejor lo más sorprendente del verdulero y la mandarina sea la desfachatez de que alguien haga público cuánto disfruta su trabajo.

Como la desfachatez de mi tío Omar, cirujano, grandote, ex fumador; adora los bombones Ferrero Roger de postre. Tiene los dedos tan gordos como morcillas y los exhibe risueño y orgulloso. Como no, claro, si ha hecho el tacto rectal a todas las personas operadas de hemorroides que conozco.

sábado, 7 de junio de 2008

Día del Periodista

En el día de conmemoración del nacimiento de la Gaceta de Buenos, aquel histórico periódico de nuestro recordadísimo Mariano Moreno, la periodista va a decir unas palabras salteadas en alusión a tan importante jornada, FLOR de la libertad de pensamiento:

--¿Qué mirás en silencio desde hace cinco minutos?
--Para allá.

***

--La bolsa de agua caliente sirve para desestrezarse. Si la apretujás, es como las pelotitas esas de plástico que usan los oficinistas prósperos para calmarse. Habría que llevar bolsas de agua caliente a las Torres Catalinas y repartirlas entre los yupies.

***

Hoy hablamos largo y tendido sobre la parte instintiva del ser humano. Para él, el hombre no evolucionó en su parte instintiva y es igual a hace 10 mil años. Por lo tanto, el hombre actual vive con neurosis la monogamia, le gustan los bebés y quiere hacer la cochinada cada dos por tres. Recién me puse a escribir acá y lo dejé de mirar por cinco minutos. Cuando me di vuelta, se había puesto la bolsa de agua caliente abajo del pullover. Estaba embarazado.

***

--¿Dónde vamos a ir comer? ¿Hay que bañarse?
--Sí. No sé. Ah, abrió un bar acá nomás que dicen que se come bien.
--Dónde. Pero cómo un bar. Si en Bahía no hay bares.
--Sí hay, pero no con barra. No hay de esos bares. Lo que hay acá es el bar tipo Sibelís, Bilici. La Cibeles.

***

--¿Sabés qué sería horrible? Que la chica de acá al lado se levantara de la silla y viniera hasta nuestra mesa y me mirara y dijera: "Esto es es mi fiesta de egresada. Me recibí de contadora. ¿Podés dejar de mirar todo lo que hacemos?"

***

--Habría que abrir la "Casa del Cagatinta", en Estomba y Roca, un almacén donde pudiera conseguir sellos de todos colores, almohadillas entintadas y papel carbónico.

***

--A veces camino tan derechita que me hago convexa.

miércoles, 4 de junio de 2008

Mala

Hace días que quiero escribir sobre dos temas, pero no he tenido demasiado tiempo y me ha dolido la panza. El otro día leí a alguien que contaba que de chico le gustaban las aspirinetas rosas, lo que lo había transformado en un hipocondríaco precoz. Me dejó pensando. A mí también me gustaban. Y se las robaba a mi abuela, que las guardaba sueltas en una cajita que se parecía a una tapa de alfajor de maizena donde además tenía algún diente de leche mío. A veces también me tomaba una medida de jarabe para la tos. Aperitivos de niña. Pero decía que quería escribir sobre dos temas. Uno es la maldad de la presidenta. He llegado a la increíble conclusión de que Cristina Kirchner es mala. Tiene cara de mala y es mala. Seguro que duerme mal y tiene bruxismo. No se gusta a sí misma. Se mira al espejo y se encuentra macetona. Su marido ya no la mira y ella tampoco a él. No dice gracias cuando le acercan un café a su escritorio. Pone dos micrófonos para hablar ante el público porque sólo así puede menear los pelos, lo único que le gusta de sí misma. Usa vestiditos de texana virgen con fajas de cuero anchas en la cintura para parecer más buena. Quiere lucir como Heidi en la adultez, pero no puede. Es mala y no lo puede ocultar. En la intimidad dice muchas malas palabras. Su preferida es "hijos de mil putas". Como tiene los ojos saltones fue varias veces al endocrinólogo a chequear el estado de su tiroides. No tiene ni hiper ni hipo, su glándula está bien: lo de los ojos es producto de su maldad. Quería hablar sobre otro tema, pero ando con dolor de panza.