miércoles, 19 de marzo de 2008

"Yo deseo la muerte, viste"

--¿Te bancás perder?
--Símmm...
--En serio, ¿te bancás perder en algo?
--Bueno, no, ¿a quién le gusta perder? A mí no. ¡A nadie le gusta perder!
--Ah, viste, me parecía...
--No, no me gusta nada. Es más, soy jodido. Yo deseo la muerte, viste.

Qué lo parió a Mario Pergolini. Se lo dijo a Luis Majul en una de esas empalagosas entrevistas que hace por televisión. Me hizo reir, por supuesto. Es raro que alguien diga algo así poniendo la cara de coté, como los tiburones con las cámaras de Discovery Channel.

Lo de Mario es naturaleza humana pura, sin filtros. Nada más parecido a un homo sapiens rascándose el pecho.

Porque, a ver: la bondad, la solidaridad, la cachetada en ambos cachetes, todo eso garpa, estoy segura; la buena onda vuelve y disuade somníferos, ¿pero quién no tuvo alguna vez algún deseo, digamos, retorcidito?

Y no me refiero a esas cosas raras que unos siente cuando agarra un bebé ("¿Y si le rompo el cuello en un ataque de locura? ¿Y si se me cae?"), a ese impulso de tirarnos del balcón cuando nos asomamos al abismo. No. Me refiero a representaciones mentales mal habidas: al deseo de que eso que tanto nos molesta del que nos molesta deje de molestarnos gracias a una molestia que pudiera sufrir el molesto.

Chevallier anuncia su partida con destino al infierno...

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