martes, 15 de julio de 2008

A la flauta

De: Laura M.
Para: elquedelele@yahoo.com.ar
Asunto: Texto
Fecha: domingo, 13 de julio de 2008, 3:05:41

Estimada Lelé:

Mujer. Veintiocho años. Profesional. Neurótica. Independiente. Utópica. En líneas generales, eso soy yo. Un ser complejo, como todos, y, como si fuera poco, decidía, no hace mucho tiempo atrás y con no poca frecuencia, hacer mi vida mucho mas compleja a causa de mis aficciones (adicciones según alguna gente prejuiciosa).Particularmente una de ellas, de mis aficciones, eran los hombres.

Todo arrancó tarde, muy tarde, cuando un día en 1999 me prometí que no llegaría al año 2000 sin haberme iniciado antes en el fabuloso e intrincado mundo del sexo. Y así fue. Después de haber festejado junto a mis padres, amigos de mis padres y demás familiares un estupendo año nuevo, cargado de vino y champagne, quien fuera mi novio de turno en ese momento, M., estudiante de Abogacía, buen promedio, proveniente de una familia tipo, pasó a buscarme por la casa donde transcurría el festejo. Bajó de su automóvil, tocó el timbre, saludó a todos los presentes y hasta quizás, se atrevió a aceptar una copita de champagne para brindar.

Es el día de hoy que trato de recordar si estaba nerviosa o no, porque las buenas costumbres indican que ésa es una noche especial en la vida de cualquier mujer, que hay una mezcla de nervios y ansiedad, y yo lo único que puedo recordar de esa noche es que fue un fracaso. Esto puede ser debido a que la comparé con noches posteriores, increíbles noches de lujuria, o debido a que efectivamente fue un fracaso. Y tengo una amiga que siempre dice que ante una opción, siempre se debe escoger la segunda.
Y no cabe duda de que es un camino de ida. El de los hombres.

A las dos semanas de “mi primera gran noche” me fui un fin de semana a veranear a Mar de Ajó, con mis padres. Encontré amigos de veranos anteriores. Salimos a bailar viernes y sábado. Me besé con un chico, A. Volví a Bahía Blanca. Dejé a M. A la semana volví a Mar de Ajó. Le toqué la puerta de la casa a A., de sorpresa. Me quedé una semana entera con él. Y ahí sí que empecé a entender un poco más de que se trataba todo ese escenario erótico que se recrea en cada noche de deseo.

Después de seis meses de noviazgo a la distancia, lo dejé. Porque ya había conocido a F., un bombón. Con éste me porté súper bien, y lo hicimos durar casi dos años. Y a distancia. El viviendo en Buenos Aires y yo en Bahía Blanca. Nos visitábamos una vez por mes, a veces viajaba yo, a veces viajaba él. Realmente fue un noviazgo muy cómodo. Casi ni nos veíamos. Aunque a pesar de eso, el sexo era como el de una pareja de gente mayor. Por suerte, años después, fuimos una pareja de gente mayor pero con el sexo de una de veinte.

Y con estas tres experiencias me bastó para darme cuenta que no es en absoluto necesario el etiquetamiento de un hombre dentro del rubro “novio” para poder gozar. Lo que sea que haya que gozar. Salir a bailar hasta la madrugada, con amigas, noches de verano, noches de invierno, siempre con el espíritu mas festivo y alegre, arreglarse, cambiarse veinte veces de ropa hasta que encontrás lo que mejor crees que te queda. Y el maquillaje. Y la cartera. Y las cervezas. Y la euforia. Y los hombres.

Yo creo que el cuerpo es un lenguaje a la hora de salir a seducir. La manera de moverse, de reír, de reírse a carcajadas. Es todo un trabajo. Y por cierto, nada sencillo. Lo que no se puede negar son los frutos del éxito. Y mejor que eso, es cuando te volvés a juntar con tus amigas para contar los detalles del éxito, los tamaños, los diálogos, los errores, la reconstrucción de los momentos perdidos en los fondos de las botellas. El sexo más desenfrenado, desde mi humilde punto de vista.

Habrán sido alrededor de veinte, algunos más, pocos menos. La exageración del deseo hasta lo máximo permitido por las ganas de esa noche. Y después la sorpresa, claro. Nunca sabés con qué te vas a encontrar. Y cada noche tiene su particularidad. Eso hace que se torne un juego, un torneo, y hasta a veces, una competencia. Tengo amigas con quien hemos hecho listas clasificándolos por nacionalidades, edades, ocasionales, en estado de noviazgo, con amigos, y después contábamos a ver quién ganaba en cantidad por categoría. Sí. Y nos moríamos de risa contándonos las historias de cómo habíamos llegado a conocerlo. Cómo se nos acercó. O cómo lo encaramos nosotras. No era más que la novedad del momento y así nos divertíamos.

Y pasaron los años. Varios años. Descubrí la importancia de la independencia y lo divertido del momento. Y empecé a notar que había uno de los muchachos de la lista que se repetía en el tiempo. Y cada vez con más frecuencia. Hasta que fue el único. Y empecé a mezclar el desenfreno de las noches ocasionales con la comodidad de la confianza y el amor. Y me enamoré.

Y en esta etapa transcurro. Como lo hice en cada una de las etapas que elegí vivir. Viajo, ceno, duermo, planifico y estoy acompañada. Y él también está acompañado por mí. Somos compañeros de caminos separados, caminando en paralelo y agarrados de la mano.

Saludos,

Laura M.


(E-mail que recibí de una fuente anónima para un trabajo)

5 comentarios:

Agus dijo...

No me cae bien esta Laura.

Anónimo dijo...

Qué lindo,Maru!!! Me encantó!!
Besos a los 2.
Nico.

Lelé dijo...

Agus: se va a enterar, porque sabe que lo que escribió está acá.

Nico: a qué dos? Beso.

Anónimo dijo...

A ambos (2) jaja! A ella, a él, y a uds, Besos.
N.

Santiago Dahir dijo...

q flash!

no hay q agregar nada mas