Acabo de volver de vacaciones y lo único blogueable que se me ocurre es una convocatoria para varios de los que veranean en las playas argentinas: hay que romper las pelotas.
Yo estaba de espaldas sobre una lona, sola en la plenitud de Crimen y Castigo, de Dostoievski. Lo usual: a metros míos se relamían con una cerveza y una señora de amplia barriga, piernas desproporcionadamente finas y pecho rojo infierno colocaba una sombrilla con la misma agilidad con la que se clavó la primera bandera sobre la luna.
Estaba sobre la lona, decía, cuando de repente sentí un golpe seco y rotundo en mis anteojos. La pelota, la pelotita. Un grupo de adolescentes con sus padres demostraba virilidad playera a unos 50 metros de donde yo estaba.
La señora del pecho rojo movió la cabeza con cara de "qué barbaridad, ¿estás bien, querida?", pero no dijo una sola palabra.
Yo quedé recostada, desconcertada. No sabía si llamar una ambulancia o vomitar de indignación. Enseguida tuve un anhelo resolutorio, definitivo contra semejante infamia: pinchar la pelota. Sin embargo, no tenía cuchillo, ni tijera, ni nada cortante. Tampoco la pelota, que había picado y se había ido unos metros más adelante, así que lo mío no era más que un deseo reprimido, como bañarme desnuda en ese mar que esa tarde estaba tan lindo.
Ya despejada y de vuelta en la lectura, la misma bola futbolera volvió a pasar cerca mío. Al trotesito la siguió un cuarentón de bigote, maya negra holgada y transpiración que le goteaba del pecho.
--¡¡Ehhh!! ¡¡¿¿Usted vio lo que pasó hace un rato, el golpe que me dieron??!! --le grité con mi maldita voz de nena de jardín de infantes privado.
--Si, pero yo no fui.
--Bueno, tengan cuidado, hay mucha gente, che.
Entonces me irrité conmigo misma. ¿Por qué había sido tan amable con esa inmundicia veraniega? El lugar estaba lleno de gente, de chicos aplaudiendo en el charquito...
A la playa hay que ir con elementos cortantes, señores. De esos que no dejan pasar en el aeropuerto. Hay que romper las pelotas. Esa manga de mal educados debe ser escarmentada. Yo no pude, no me salió. Espero que alguien más lo haga.
3 comentarios:
Eh, che... ¿estás por sumarte a la asociación del otro post? No rompas las pelotas, sé buenita, dale.
¿Quién no se suma en algunos momentos, eehh? ¡Saludos!
Antes de convertirte en asesina serial podés probar, también, de ir a playas menos concurridas. Te juro que hay. Ahora, si te gusta salir de noche a pasear por la rambla o le peatonal y lucir el dos piezas, no te queda otra que bancarte a toda esa manga de boludos, y mucho más.
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