* El recorrido de la línea 503 terminaba a media cuadra de su casa. Conocía de memoria el ritual del colectivero: el hombre se bajaba, descansaba unos minutos, miraba las gomas y seguía. Un día Anita no se aguantó:
-Señor, ¿me deja mirar las gomas a mí?
* Quería más plata de la que le daban los padres y encontró la solución. Juntó las piñas de los pinos y salió a venderlas por el barrio. El barrio es un parque y se llama Palihue. Puso una mesita en la vereda y esperó que alguien frenara y comprara. Que comprara las piñas de los cientos de pinos que hay en el lugar. Como no tuvo éxito, Anita salió a vender casa por casa. No funcionó. Intentó con los limones del limonero de su patio. Hasta con limonada. Su mensualidad nunca creció.
* A Anita le gustaban los zapatos que yo usaba. Un día le pidió a Mirta, su mamá, que le comprara unos iguales. Eran de cuero, rígidos, número 21, con un agujero en la parte donde empiezan los dedos del pie. Eran zapatos ortopédicos.
* Las casas del barrio le generaban curiosidad: adónde daban pasillos y puertas, cómo eran los patios, el olor de los comedores. Tampoco se aguantó y salió a pasear por el barrio.
-Señora, ¿me deja mirar su casa por dentro?
Anita "fue" mi infancia. Menos las gomas del colectivero, compartimos todo: puestos ambulantes, vereda, zapatos y paseos por el barrio. La foto es del 21 de agosto de 1985, mi fiesta de cumpleaños. La de la punta, de vestido rojo y zapatos ortopédicos, esa soy yo. Anita es la rubia despistada de la izquierda, la que mira hacia donde nadie más mira. Ahora es cantante lírica.


